Las calles estaban desiertas, y muchas de ellas convertidas en canales; los edificios públicos eran pocos y pobres, y apenas empezaban á proyectarse esos inmensos conventos de frailes y de monjas, que la mano de la Reforma ha convertido ya en habitaciones particulares.
Se vivia entonces muy diferentemente de como hoy se vive. A las ocho de la noche, casi nadie andaba ya por las calles, y solo de vez en cuando se percibía el farolillo de un alcalde que iba de ronda, ó la luz con que un escudero ó un rodrigon alumbraban el camino de un oidor, de un intendente, ó de una dama que volvia de alguna visita. Los perros vagabundos se apoderaban de las calles desde la oracion de la noche, y atacaban como unas fieras á los transeuntes