México ha sido propicio al florecimiento de la poesía lírica: desde Francisco de Terrazas hasta la pléyade flamante de los poetas novísimos, no se ha roto la cadena del verbo de oro. Ha habido representantes de todas las escuelas, ha producido el más alto poeta de la lengua, en determinado momento: Sor Juana; ha sido cuna de precursores de un movimiento revolucionario que había de renovar todos los valores estéticos en la lírica castellana: Gutiérrez Nájera marca uno de los puntos de partida de la renovación.