La innovación es observada desde las disciplinas de la historia, la filosofía, la antropología, la sociología, la geografía, la economía y la administración. Esta diversidad de enfoques capta impactos crecientes del conocimiento en la producción, y el incremento de las capacidades productivas, por los nuevos medios de la computación y las telecomunicaciones en la generación, almacenamiento y distribución del conocimiento. En el centro de esta doble relación están las capacidades creativas del hombre. Cada uno de los enfoques implica posibilidades y limitaciones de análisis y, en conjunto, logran una visión diversa, más amplia y crítica, desde la cual la innovación se integra a la cultura, lo que plantea la necesidad de un nuevo punto de partida desde la teoría de sistemas. La innovación llegó para quedarse como factor económico y social, pero no tiene un único significado, ya que puede encauzarse de diferentes maneras según las concepciones históricas y sociales, y de acuerdo con las cuales se diseñen las políticas públicas.